Aunque Aspace-Rioja sigue con las puertas abiertas en verano, ayer todo tenía cierto sabor a vacaciones… y a fiesta.
Como la culminación espectacular de nuestros Talleres de Cocina con una edición única de un “Masterchef” propio, que presentó a concurso cuatro pinchos diverxos, máximos ejemplos del nivel alcanzado en los talleres a lo largo del año.
Fue lo mismo que una final: creaciones culinarias que se podrían ver en Cartas de restaurantes Michelín; un público numeroso y bullicioso; nervios indisimulables entre los concursantes por mucho que intentaran aparentar, y un jurado que combinó sabiamente su cultura gastronómica con una ecuanimidad alabada por todos.
No lo tuvo nada fácil el jurado. Complicadísima tarea y es que cada pincho parecía obra de arte con sólo nombrarlos: vino verde, coloraíto, el enrollao y montadito logroñés; habrían hecho las delicias de cualquier lingüista.
Sin embargo, esta vez, los placeres iban por otros sentidos: emplatados que ponían los ojos como chiribitas, sabores para los que no había palabras, aromas…. Como cuando se llega en fútbol a los penaltis, todos hubieran merecido ganar, pero lo hizó “Coloraíto” y el aplauso fue merecido. Aunque ganar, ganamos todos, cuando a continuación dimos buena cuenta de los pinchos todos juntos. No quedó ni uno.